El pasado 21 de julio apareció un artículo en El País que me parece la mejor síntesis que he leído sobre el deterioro del sistema democrático a manos del poder financiero. Lo firma el catedràtico de sociología de la Universidad Complutense Enrique Gil Calvo (se puede leer en su totalidad aquí).
La tesis que lo sustenta, de una solvencia incontestable, afirma que la deriva de nuestras democracias hacia un nuevo régimen político de dominación de mercado viene de la sustitución de las fuentes de financiación de los Estados, que en la era keynesiana procedían mayoritariamente de los impuestos tributarios, por las emisiones masivas de deuda pública en los mercados internacionales con la restauración del monetarismo en los ochenta.
La consecuencias se desgranan en párragos posteriores, de los que extraigo algunas líneas:
"Semejante modelo de financiación pública con cargo a deuda, y ya no con cargo a impuestos, pareció funcionar en un comienzo con gran eficacia política, pues deparó grandes rendimientos electorales sobornando a las clases medias con paulatinas rebajas de la presión fiscal. Pero el tiempo ha revelado que se trató de un regalo envenenado, pues la financiación pública con cargo a deuda externa pronto empezó a generar graves efectos perversos, en cuanto el endeudamiento público creció lo suficiente como para formar una burbuja especulativa de realimentación circular que pasó a quedar fuera de control."
A continuación:
"Como es evidente, esto debilita la autonomía política de los Gobiernos para reducirlos a la impotencia, contribuyendo a extender e intensificar los efectos más indeseables de la globalización. Pero eso no es lo peor, pues mucho más grave resulta la creciente desnaturalización del orden democrático, que ha pasado a quedar subsumido bajo un emergente nuevo orden mercantil. En resumidas cuentas, los mercados le han expropiado su poder al pueblo (al demos), para privatizarlo en exclusivo beneficio de los acreedores privados."
En consecuencia:
"Los ciudadanos desertan de la democracia en quiebra, desentendiéndose de sus deberes cívicos para pasar a explotarla con cínico afán de lucro como si fuera un negocio privado."
Se hace evidente el profundo riesgo para la pervivencia del sistema democrático, abriéndose la puerta a aventuras populistas y de todo tipo, pero:
"Sin embargo, no todo está perdido. La eclosión y el auge del movimiento de indignados del 15-M que reclaman la refundación democrática acaba de demostrar que yes, we can: nosotros, el pueblo, podemos interpelar de tú a tú a cualquier poder ajeno."
¿Será cierto? ¿Estamos a tiempo? ¿El pueblo lo tiene claro?
Algunos amigos hemos estado cruzando correos a raíz de este escrito. Los adjunto en forma de comentario.