martes, 14 de septiembre de 2010

LAS MENTIRAS DE DAVOS, segons Ignacio Escolar

Copio l'opinió del columnista Ignacio Escolar, del diari Público, impulsor del bloc de política més visitat a la xarxa (http://www.escolar.net). Escolar practica un periodisme incisiu i valent, profundament compromés amb els valors de progrés. La seva millor qualitat és la rigorositat, fet que es demostra amb la incorporació d'hipervincles als seus articles per tal de dotar al lector d'eines de constrast i de documentació exhaustives. Aquest cop critica les mentires que el For Econòmic Mundial ens ven com a veritats supremes. És per vomitar, sí, però sobre tot, és per combatre aquesta gent sense treva. Us deixo llegir-lo:

El Foro Económico Mundial, el oráculo de Davos, acaba de difundir su nuevo Índice de Competitividad Global, una clasificación anual que ordena las economías de 139 países según criterios como la educación, los datos macroeconómicos o el I+D de las empresas. El informe está dirigido por el economista catalán Xavier Sala i Martín –también participa Joaquín Almunia– y este año España ha perdido nueve puestos en la tabla. Estamos en la posición 42, al nivel de potencias como Puerto Rico o Barbados.
Antes de emigrar, conviene bucear un poco en el informe. Según esta obra magna del pensamiento liberal, el sistema de salud español saca peor nota que el de Túnez, pese a que la mortalidad infantil de este país africano es cinco veces superior al de España. Nuestros tribunales, dicen los de Davos, son menos independientes que los de Botswana, China o Irán. Las instituciones españolas son menos fiables que las de dictaduras como Ruanda, Omán o Qatar. Y nuestro sistema educativo es peor que el de Kenia, Marruecos o Ghana. Incluso Etiopía, con más de un 50% de analfabetismo, saca mejor nota en educación que España.
Los aberrantes resultados se entienden mejor cuando se conoce el método: la clasificación de competitividad de Davos no se basa principalmente en datos objetivos, sino en una encuesta en la que participan unos 13.000 “business leaders” de esos 139 países. Es decir, la opinión de unos 93 empresarios de media por país es lo que determina lo competitiva que es una economía. De lo que se deducen dos cosas. Uno: nuestros patrióticos business leaders tienen una percepción de su país peor que los de Etiopía, Túnez o Ruanda. Dos: para el próximo informe, que pregunten directamente a Díaz Ferrán. Será un método igual de científico, pero mucho más barato.

domingo, 12 de septiembre de 2010

FITZROY I ELS PRIMERS PRONÒSTICS DEL TEMPS


Copio del diari Público una notícia interessant per als amants de la meteorologia:

Los meteorólogos que se desesperan cuando sus pronósticos son recibidos con sorna deben saber algo: en realidad, se trata de una gloriosa tradición que se remonta a los mismos orígenes de su disciplina. Fue hace 150 años cuando The Times comenzó a publicar el primer pronóstico del tiempo basado en un servicio meteorológico nacional.
El artífice de ese paso fue el vicealmirante Robert FitzRoy. Muy pronto descubrió que ser un pionero en este campo acarreaba un evidente desgaste. El propio periódico que publicaba los informes no era muy comprensivo en algunas ocasiones. "En la última semana, la naturaleza se ha tomado el placer de confundir las conjeturas de la ciencia", se leía en un editorial. Las cartas de los lectores incluían párrafos más hirientes.
FitzRoy estaba convencido de que era posible adelantarse a los fenómenos naturales. Su prioridad no era avisar a los británicos sobre el mejor momento para pasar el día en el campo, sino la navegación marina. La gran tormenta de 1859 convenció a las autoridades de que había que hacer algo al respecto. Comenzó el 25 de octubre y recorrió casi toda la costa británica por el oeste. Duró dos semanas y provocó 325 naufragios. Murieron 784 personas, incluyendo 450 que perecieron en el hundimiento del clíper Royal Charter, un barco de pasajeros procedente de Melbourne.
FitzRoy creía que un aviso previo habría salvado muchas vidas porque habría conminado a los barcos a que se refugiaran en los puertos cercanos. La investigación oficial llegó a la misma conclusión y se ordenó al Departamento de Comercio que emitieran avisos de tormentas. El departamento contaba con la persona adecuada. Desde unos años atrás había encargado a FitzRoy que montara un equipo dedicado a recopilar datos meteorológicos.

El telégrafo

Fue el embrión del servicio meteorológico británico. FitzRoy estableció 18 estaciones, las dotó de barómetros y otros instrumentos, y les ordenó que se hicieran mediciones a las 8 de la mañana de cada día. Los datos se enviaban a Londres a través del telégrafo, otra invención de esos años que resultaba imprescindible. Tras el análisis correspondiente, la información se remitía a The Times, Lloyd's, el Almirantazgo y otros organismos.
El apoyo de la opinión pública fue instantáneo, aunque por ejemplo los pescadores no estaban muy contentos con el sistema de señales en los puertos que les impedía salir a faenar en caso de tormenta. Pero con los pronósticos llegaron también los inevitables errores y las burlas. Paradójicamente, los científicos de la Royal Academy no estaban muy convencidos de que se pudieran facilitar pronósticos a partir de la observación de datos meteorológicos. No lo consideraban lo bastante científico.
La reputación de FitzRoy comenzó a resentirse, precisamente cuando se encontraba avergonzado por su papel en otro momento clave en la historia de la ciencia. En su época de servicio en la Armada, había sido capitán del Beagle y fue él quien eligió a un joven de 22 años llamado Charles Darwin para que lo acompañara en un viaje de cuatro años por los mares del sur. Al publicarse en 1859 El origen de las especies, FitzRoy devoto cristiano se dio cuenta de su inmenso error. Poco menos que había ayudado a un anticristo a socavar la obra de Dios con nuevas ideas sobre la biología.
En junio de 1860, fue a la Universidad de Oxford para dar una charla sobre tormentas y se encontró con un debate sobre la obra de Darwin protagonizado por un profesor y un obispo. FitzRoy enarboló una pesada Biblia y a voces dijo: "¡Esta es la verdad! ¡Aquí está!" Fue abucheado por los estudiantes y expulsado de la sala.
Las críticas a su trabajo y la polémica sobre Darwin le hundieron en la depresión. En 1865, se suicidó cortándose el cuello con una navaja. El pronóstico del tiempo no ha dejado de ser desde entonces una actividad de alto riesgo.