Bartomeu Muñoz: ¿Hacer leña del árbol caído?

La detención de Bartomeu Muñoz, alcalde de Santa Coloma de Gramenet, ha sido una noticia bomba. Hay quien la ha celebrado con cava profiriendo que la presunta corrupción era un secreto a voces; hay quien, en cambio, la ha vivido como la confirmación de la más triste de las posibilidades ante tantos dimes y diretes como ha habido. Yo soy de este segundo parecer, porque el desprestigio de las instituciones y de la política amenazan a la propia democracia. Alivia pensar, sin embargo, que la justicia funciona y que todo el mundo está sujeto a tener que pasar cuentas con ella si se rebela como sospechoso de la comisión de algún delito, máxime si la acusación es del calibre de una malversación de fondos, blanqueo de dinero, cohecho, etc.

Sobre la realidad colomense, escribí en un artículo que publiqué en julio: "Seria desitjable un canvi d’estil, de continguts i, fins i tot, de persones al capdavant del govern municipal. Aquest canvi no es podrà forçar des del carrer –alguna de ben grossa n’hauria de passar!- si no va acompanyat d’una reacció de l’electorat". Visto ahora, aquellas palabras pueden parecer premonitorias, porque, en efecto, algo muy gordo ha pasado y el cambio se hace inevitable. Pero, ¿habrá además una reacción del electorado?, y, de producirse, ¿en qué sentido lo haría?... El riesgo de una desafección ciudadana masiva es demasiado grande como para menospreciarlo. Hay que reivindicar el valor de la política como instrumento de incidencia real en la sociedad, una incidencia que puede ir en un sentido u otro en función de quien encabece el gobierno. Hay que decirlo una y mil veces: no todos los políticos son iguales, no todos los partidos son iguales. De la misma manera que hay que exigir siempre que quien la haga la pague. La democracia es un bien demasiado preciado como para que se desperdicie por las malas acciones de unos cuantos o por la desidia de unos muchos.

No puedo dejar de expresar, desde una óptica más partidaria, que, ante un momento crítico como el que vivimos en la ciudad, se abren nuevas oportunidades para la recuperación de un espacio, un discurso y un programa real de izquierdas. ¿Seremos capaces de conformarlo o nos enzarzaremos en un nuevo capítulo de disputas cainitas?

Pese a todo, si me esfuerzo en desdramatizar el momento, hasta se me ocurre una excusa para dibujar una sonrisa, y es que ya me imagino a alguna comparsa desfilando en el próximo carnaval con un traje a rayas.

La vida siempre se acaba abriendo camino.