¡Como en mis años mozos, allá por los ochenta, oiga!... Así me siento a la espera del nuevo disco de Vetusta Morla. Me sorprende la ansiedad a la que me somete el advenimiento de Mapas, que por fin saldrá en mayo. Igual que entonces, ¿cómo es posible? ¡Con lo que ha llovido! Pero no lo puedo evitar, me enamoré de este grupo en 2008, cuando eclosionó para el gran público, aunque nada pasa porque sí. El adolescente que nunca me abandonará encontró en las músicas y las letras de Vetusta Morla el nexo de unión con el tipo madurito que ya soy: ¡ética y estética al poder! ¡mi banda española favorita!
Tengo miedo, no obstante, de que el disco no responda a las expectativas -igual, igual que en aquella época, como digo-, aunque ahora las nuevas tecnologías disponibles nos permiten conocer y seleccionar sin miedo a comprar un paquete irregular como entonces pasaba. ¿Recodáis los más veteranos del lugar cómo funcionaba el negocio? 1º te machacaban el single de lanzamiento por la radio, 2º corrías a tu tienda de discos favorita, 3º pinchabas el vinilo -¡sí, lees bien!- o el CD -¡qué viejo soy, si también está desfasado!- con una mezcla de impaciencia, de nervios y de esperanza, y, 4º descubrías si aquello te llegaba o no. Cuando ocurría, ¡nada se le podía comparar!
Si el resto del disco fluye como la pieza de promoción, En el río, voy a robarle mucho tiempo a otras cosas. Sin embargo, prometo dedicar algún espacio a otras grandes bandas del país que, según mi modesta opinión, están haciendo ahora la mejor música que jamás se haya hecho por aquí. ¿Hiperbólico? Puede ser. Que cada cual abra sus orejas y juzgue.
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